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NUESTRA SEÑORA DE LAS GRACIAS Y EL MEDALLA DEL MILAGRO - HISTORIA Y ORACIÓN
NUESTRA SEÑORA DE LAS GRACIAS Y LA MEDALLA DEL MILAGRO - HISTORIA Y ORACIÓN
La historia de Nuestra Señora de las Gracias en realidad comienza fuera del tiempo, cuando el Padre, en sus más elevados designios, planeó la encarnación de su Hijo Jesús, en el seno de la humanidad. En ese momento, el Padre pensó también en María, porque su Hijo tendría que tener una madre humana. Y la madre del Salvador tendría que estar “llena de gracia”. Y así sucedió. Comenzó la historia, se creó el mundo, el hombre cayó y Dios prometió al Salvador. Por eso preparó a María. Tanto es así que, cuando el ángel Gabriel se apareció para anunciar que sería la Madre de Jesús, afirmó que estaba “llena de gracia”. (Lucas 1, 28)
Luego, cuando María dijo su “sí” a Dios, ante el mismo ángel Gabriel, se convirtió en portadora de la mayor de todas las gracias que la humanidad podía recibir: el Hijo de Dios mismo. María, al generar a Jesús para el mundo, hizo que todas las gracias nos alcanzaran.
Desde los inicios de la Iglesia, María siempre ha sido vista como “portadora de gracias”. Sin embargo, el título “Nuestro Señor de las Gracias” apareció en un momento concreto de la historia y en un lugar concreto. Estamos hablando de las 17:30 horas del 27 de noviembre de 1830, en el 140 de la Rue Du Bac, en París, Francia. En el lugar y fecha señalados, Catarina Labouré, entonces novicia de la Congregación de San Vicente de Paúl, se dirigió a la capilla para orar. Mientras oraba, tuvo una visión de la Virgen María, quien se le reveló como Nuestra Señora de las Gracias.
Y esta revelación no se produjo sólo a través de palabras. Nuestra Señora le dio a Catalina Labouré una visión reveladora. Veamos la historia de la propia Catalina, que más tarde se convirtió en santa:
"...una señora de mediana estatura, de rostro muy bello y bello... Estaba de pie, vestida con un vestido de seda, color blanco del alba. Un velo azul cubría su cabeza, el cual llegaba hasta sus pies. . . Las manos se extendieron hasta la tierra, llenándose de anillos cubiertos de piedras preciosas. La Santísima Virgen me dijo: 'Este es el símbolo de las Gracias que derramo sobre todas las personas que más me piden...' Se formó entonces, alrededor de Nuestra Señora, un cuadro ovalado, en el que se leían, en letras de oro, estas palabras: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". arriba, y vi en su reverso: la letra M, con una cruz arriba, con una línea en la base. Abajo: los Sagrados Corazones de Jesús y de María. El de Jesús, rodeado por una corona de espinas y ardiendo en llamas, y la de María también en llamas y traspasada por una espada, rodeada de doce estrellas. Al mismo tiempo, oí claramente la voz de la Señora, que me decía: 'Envía, encarga que se acuñe una medalla con este modelo...'. Las personas que lo trajeron, con devoción, recibirán muchas gracias”.
Oración a Nuestra Señora de Gracia
“Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, mientras te contemplo con los brazos abiertos, derramando gracias sobre quienes te las piden, lleno de confianza en tu poderosa intercesión, manifestada innumerables veces por la Medalla Milagrosa, aunque reconociendo nuestra indignidad por causa de nuestros innumerables pecados, nos acercamos a tus pies para exponerte, durante esta oración, nuestras necesidades más apremiantes.
(pedir la gracia deseada)
Concede, pues, oh Virgen de la Medalla Milagrosa, este favor que confiadamente te pedimos, para mayor Gloria de Dios, engrandecimiento de tu nombre y bien de nuestras almas. Y para servir mejor a tu Divino Hijo, inspíranos un odio profundo al pecado y danos el valor de afirmarnos siempre como verdaderos cristianos. “
Jaculatoria contenida en la Medalla:
“Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. Amén.
Recuerda, oh Purísima Virgen María, el poder ilimitado que tu Divino Hijo te dio sobre su adorable Corazón. Lleno de confianza en tu intercesión, vengo a implorar tu ayuda. Tenéis, en vuestras manos, la fuente de todas las gracias que brotan del corazón amoroso de Jesucristo; Ábrela a mi favor, concediéndome la gracia que ardientemente te pido. No quiero ser el único rechazado por ti, tú eres mi Madre, eres la soberana del corazón de tu Divino Hijo.
¡Amén!
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